Que te torturen todos mis lunares.
Y se ahogue tu voz,
con lágrimas,
de palabras acalladas.
Y me veas,
en todas las chicas que pasan
y no se te quedan mirando.
Porque el miedo te paró.
Cobarde.
Y se congeló,
hasta tu lengua en mi cuello.
Miedo, a lo de siempre.
Miedo, a las ganas.
El miedo ese
de cuando algo atrapa
y no sabes,
si vas a poder soltarte.
El que te besa rápido,
y me va callando
poco a poco,
poco a poco,
y muy,
lentamente.
Que eres tan libre como yo.
Y nunca hubo cadenas,
más allá de tu cabeza.
Has inventado hasta jaulas
de barrotes de suspiros
y cerrojos de caricias.
Porque tenías miedo,
cobarde,
a sentir, lo que yo,
ya ni siento.
Porque sí,
fui yo la que pidió guerra.
Y llegaste tú,
para rogarme clemencia.
Tú,
que mataste a Lolita,
en el primer ecuentro.
Y se ahogue tu voz,
con lágrimas,
de palabras acalladas.
Y me veas,
en todas las chicas que pasan
y no se te quedan mirando.
Porque el miedo te paró.
Cobarde.
Y se congeló,
hasta tu lengua en mi cuello.
Miedo, a lo de siempre.
Miedo, a las ganas.
El miedo ese
de cuando algo atrapa
y no sabes,
si vas a poder soltarte.
El que te besa rápido,
y me va callando
poco a poco,
poco a poco,
y muy,
lentamente.
Que eres tan libre como yo.
Y nunca hubo cadenas,
más allá de tu cabeza.
Has inventado hasta jaulas
de barrotes de suspiros
y cerrojos de caricias.
Porque tenías miedo,
cobarde,
a sentir, lo que yo,
ya ni siento.
Porque sí,
fui yo la que pidió guerra.
Y llegaste tú,
para rogarme clemencia.
Tú,
que mataste a Lolita,
en el primer ecuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario