Hoy, desde la última vez que te vi,
me he puesto el vestido negro.
El que se ha caído mil veces hasta mis tobillos.
Precediendo a tus manos,
acariciando mis caderas.
Y me he pintado las uñas,
a juego con mis labios rojos.
Hojeé revistas que mentían,
tanto como tú,
al hablar.
Y salí victoriosa
de tu brazos de espinas
y tu lengua de fuego.
Pero dame tregua,
que estoy lamiéndome las heridas
de la guerra,
que acabé yo
conmigo
misma.
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