Renacer del infierno
de mis noches,
sin tus besos.
Como aquel ave fénix,
y cada vez que me quemes,
vuelva,
a-partir,
de lo que quedaste de mí.
Y sentir tanto fuego dentro,
que te hierva el alma de tocarme,
y te arda el sudor de mis entrañas.
Y dejarte volar.
Siempre.
Para que mi cuerpo se congele.
Perdure.
Para recordar en cada escarcha,
que fui el fuego de tus ojos
y me dejé convertir,
en la dura roca,
que solo aguarda:
otra nevada.
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